Tacita de Plata: La Playa de la Caleta

La Playa de la Caleta


La trimilenaria ciudad de Cádiz cuenta con bellos parajes naturales. Uno de ellos es la Playa de la Caleta, rodeada de piedras, cada una con su nombre propio, algo que no ocurre en ninguna otra playa del mundo.



La Playa de La Caleta es, sin lugar a dudas, una de las más emblemáticas de Cádiz y la que ha enamorado desde siempre a los viñeros. Está situada en pleno casco histórico de la ciudad y, por ende, es la de menor extensión de la ciudad. Ocupa una superficie de unos 23.000 metros cuadrados, 450 metros de largo y alrededor de 50 de ancho y fue puerto natural en el que fondearon barcos fenicios, cartagineses y romanos. Su principal atractivo radica en la ubicación, un escenario donde se han inspirado músicos y poetas como Isaac Albéniz, José María Pemán, Paco Alba, Antonio Burgos o Carlos Cano, entre otros. También ha sido escenario de varias películas de cine, como 007: Muere otro día, Alatriste, Manolete y Amor Brujo.

 

 Pero una de las cosas que hace a esta playa tan peculiar es que cada una de sus piedras tiene nombre propio, algo que no ocurre en ninguna otra playa del mundo. La Caleta está flanqueada por los castillos de San Sebastián y Santa Catalina y rodeadas de piedras, esas que dan historia al recinto y cuyos nombres sólo lo conocen algunos viñeros y los pescaores que lo llevan a gala, porque, por algo, han nacido muy cerca de ella y han pasado sus primeros años sobre ellas mariscando cangrejos moros, almejas y otros tipos de crustáceos y mariscos que solamente se crían en esas singulares piedras trimilenarias para dar aún más sabor a la afamada cocina gaditana. 

 



A ambos lados de la llamada Caleta de Santa Catalina o Paso del Canal se encuentran situadas las piedras más cercanas al Robellín de Santa Catalina, que es la zona donde se suelen bañar los gaditanos y visitantes. Partiendo desde la arena hacia alta mar y bordeando la carretera de acceso al Castillo de San Sebastián, baluarte y ermita del mismo nombre se encuentran La tortuguita, La piedra camión, La palangana, El enchinal, La bandera, La albujera baja, La albujera alta y La poza cerra. Ya en alta mar y bordeando el faro de San Sebastián están situadas las piedras conocidas como Laja del norte, La puntilla brava, La olla (situada todavía más lejos de la fortificación), El corra, Los pozuelos de dentro, Los pozuelos de fuera, Las anega ahoga, La barrilla, Las anega alta, Punta del sur, El espolón y La puntilla del arcón.
Desde la Ermita de San Sebastián y en dirección hacia Puerto Chico (a la altura del Campo del Sur), bordeando la carretera de acceso al Castillo de San Sebastián, se puede apreciar otro buen puñado de piedras, también con sus nombres propios más singulares, como La raurilla, El tornillo, La isleta ahoga, Cataero, El camello, Los erizos, La puntilla, La piedra cuadrá, La alhaja, La boquera, Pez rey, La rejilla del cañón, La plancholeta, El pinganillo y, pasando el Baluarte de Capuchinos, La piedra del ahogao.
Por su parte, la zona donde se ubica el Castillo de Santa Catalina –conocida como Caleta de Rota o del Bonete– está también sobre piedras centenarias que evocan su pasado luciendo sus nombres más emblemáticos como La piedra redonda, La puntilla, La borriquera, El toro y Punta del nao. Regresando hacia la trimilenaria fortaleza y, en el lugar donde se enclava el Baluarte del Bonete, se reparten las últimas piedras bautizadas con los sugerentes nombres de Las tres piñuelas, La piedra rota, Los alambres, La isletilla, El medio lance, La piedra del diablo y La piedra de los patos.
Por último hay que significar que en toda La Caleta existen asimismo cavidades o zonas situadas entre piedras que son conocidas por sus nombres propios, como Los pozuelos, El corra, La boca grande, La boca chica, La boca del amarradero, El canalizo ancho, Los descargaderos, El cristo, El ancla y La casetilla, entre otros.